miércoles, 18 de enero de 2012

Cornúpetas III "El Toro de Lidia"

Nuestro cornúpeta por antonomasia  es el toro, ya sea por su natural porte y grandeza o quizá por su utilización para espectáculos públicos.  El toro se manifiesta a través de muchas razas a lo largo y ancho del planeta, aunque en España lo hace forma endémica el conocido como toro de lidia, cuya presencia en corridas taurinas es objeto constante  de controversia.   El toro de lidia es parte de una raza del toro, en realidad es más una función que una raza, ya que las características genéticas de los toros que se usan para la lidia están poco definidas y evolucionan con el tiempo.
Por otro lado las diversas selecciones de los ganaderos convierten al toro en un animal que responde fuertemente a una serie de estímulos. El ganadero pretende conseguir un animal muy poco inteligente, que ante una situación de peligro reaccione atacando y no piense en huir, consistiendo en eso la nobleza del toro. Al mismo tiempo el animal debe ser incapaz de distinguir al torero, conformándose con el engaño. La última moda de los ganaderos es conseguir toros muy grandes, con mucho peso, pero con poca fuerza, así tras la paliza que sufren en la lidia resulta menos  peligroso para los toreros. 

El toro en libertad es un animal pacífico, es herbívoro y vive en manadas y mientras está en ellas su defensa del peligro es, como otros muchos grandes herbívoros, la huida. Usualmente es pacífico aunque determinadas circunstancias pueden hacer de él un animal peligroso, especialmente cuando está aislado. Básicamente son los celos de las vacas, que hacen que los machos compitan y estén agresivos, situaciones de cría, el miedo, etc. Su forma de combatir es empujando con las testuces (no con los cuernos) hasta que uno de ellos cede. Ésta característica es la que se aprovecha en el toreo. El toro responde muy bien a los estímulos de movimiento lo que es aprovechado por los toreros para hacer que el animal se fije sólo en la capa (que es móvil) y no en el torero, que permanece inmóvil, y es ese contraste lo que da cierta seguridad al torero.
Los criadores fomentan esta bravura del toro que no es más que inocencia o falta de inteligencia. El toro inteligente o con sentido o bien no evita el engaño, o bien ataca al torero, y por lo tanto no es apto para torear. En el tercio de varas, el toro encuentra un contrincante que es el peto del caballo, vuelven a funcionar los instintos, el toro bravo no se despega del peto (toma bien las varas), pero el inteligente rehúye la pelea, es el toro manso.
Los banderilleros juegan con su inmovilidad aparente que los hacen invisibles y entran por los ángulos muertos de la visión del toro. La visión frontal del toro muy poco potente a cortas distancias, algo más efectiva es la lateral, aunque con una visión estereoscópica muy pobre, en resumen el toro ve poco de cerca y los lados, solo ve bien a larga distancia y de frente. El toro no es capaz de distinguir con claridad a los toreros. El banderillero cita desde lejos al toro haciendo un símil de cuernos con las banderillas y cuando el toro se arranca intenta entrar por los ángulos muertos de visión. Además el toro tiene poca movilidad lateral y se le pueden hacer fácilmente requiebros.
Las mismas características usan los toreros para la lidia, torean muy cerca del toro (zona más segura) y juegan con la inmovilidad suya y la movilidad de la capa. Al entrar a matar, con el toro ya desecho, se colocan en los límites de visión del animal, el peligro está en un error de cálculo de esas distancias, aunque la mayor parte de los toros sufren el llamado síndrome de claudicación en que el toro se rinde y se deja matar a fin de terminar el dolor.

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