miércoles, 18 de enero de 2012

Cornúpetas II "El Elefante Africano"

Su anatomía ya no nos sorprende. El elefante, tanto el indio como el africano, ha sido un animal usado, exhibido, maltratado e incluso venerado por cuantas civilizaciones tuvieron contacto con él. Aquí vamos a procurar un acercamiento con el animal por su condición de cornúpeta, así que empezaremos por sus colmillos. Los colmillos de los elefantes varían bastante, en forma y color, según las regiones; y tales diferencias son tan marcadas que los conocedores del marfil pueden determinar, al observarlas, el lugar de donde provienen los elefantes. Las más largas son, las de los elefantes africanos, y en especial las de los que viven en la región de los lagos. Sir Samuel Baker llevó a Europa una que medía 3,27 m de longitud y se dice que en la antigüedad había algunas que llegaron a pesar 120 y 130 kg, si bien nunca ha sido demostrado. Incluso se han dado casos de elefantes armados con más de tres colmillos.

El elefante vive en las grandes selvas, sobre todo en las que abunda el agua. Pero su vida no está vinculada a ellas, ya que cambia de morada según las circunstancias y muchas veces emigra recorriendo grandes distancias; por ejemplo, en la mayor parte de África, durante varios meses sólo se le encuentra en las estepas abiertas, con árboles y arbustos cargados de fruta casi madura, o bien en los pantanos, donde crecen los juncos y las cañas. Para la vida de estos animales es indispensable la abundancia de agua: los rebaños van de un río a otro, de una laguna a otra, descansando allí donde encuentran agua para abrevar y humedecer y limpiar la piel. En sus cambios de residencia suelen recorrer casi siempre los mismos caminos o a veces los trazan nuevos. No se preocupan lo más mínimo de los obstáculos que encuentran a su paso: atraviesan a nado lagos y ríos; se abren camino, sin dificultad, en las selvas vírgenes más espesas y ascienden por caminos altos y rocosos.


La antigua creencia de que los elefantes no pueden acostarse es completamente errónea; para darse cuenta de ello basta observar a los elefantes que los circos suelen presentar al público. No obstante este proboscídeo no duerme siempre acostado, siendo muy frecuente que lo haga de pie; pero cuando quiere adoptar una posición más cómoda se acuesta y se levanta de su yacija con la misma facilidad con que ejecuta los demás movimientos habituales.

El elefante posee una voz sonora, con la que expresa sus emociones con una gama de sonidos muy amplia. Expresa el bienestar con un murmullo bajo y gutural, o bien mediante un chillido prolongado que se produce en la trompa; si se asusta, el animal emite un barrito con profundas notas de pecho; si está enfurecido o herido lanza un incesante sonido gutural, y si se le ataca su voz semeja la de un trombón o adquiere caracteres de agudísimo chillido. Actualmente, en África, los elefantes, lo mismo que otros muchos animales, se hallan protegidos en las amplias y seguras reservas de los parques nacionales, donde viven en plena libertad pero a salvo de los cazadores.


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