miércoles, 18 de enero de 2012

Más allá de los tiempos y las áreas

    Las selvas cálidas de la India son consideradas por casi todo el mundo como el imperio del tigre. La literatura cinegética y las hazañas de los famosos devoradores de hombres sitúan casi siempre al gran félido dentro de los límites de la nación peninsular. Pero lo cierto es que los pobladores prehistóricos de la península indostánica pudieron vagar tranquilamente por las junglas sin la menor posibilidad de tropezarse con el tigre. Incluso los posteriores colonizadores neolíticos, conocedores ya de la agricultura y el pastoreo, se extendieron por la nación asiática sin ver un solo tigre. La razón está clara: este predador es originario del norte de Siberia, donde, según los paleozoólogos, apareció al principio del Pleistoceno, cuando el clima siberiano era benigno, los bosques inmensos y poblados de una gran variedad y densidad de ungulados.

    Los cambios climáticos del periodo glacial determinaron, en primer lugar, la adaptación al frío de los tigres que todavía viven en Siberia, de tal manera que estos son más grandes que el resto, de hasta 3 metros y medio de longitud y un peso de 300 kilos, con un vello abundante, de color claro y escasamente rayado.



    Otro cambio fue la irradiación del tigre hacia el sur, en dos olas divergentes que contornearon el Himalaya y las estepas y desiertos del centro de Asia. La ola que se dirigió al oeste alcanzó las estribaciones orientales del Cáucaso, desde donde descendió a Persia y Afganistán. La rama oriental avanzó en dirección este por Manchuria, llegando hacia al sur de Corea, China e Indochina. Esta ruta de expansión del tigre fue la más exitosa porque, virando después hacia el oeste, penetró en la India, a través de Malasia y Birmania, para alcanzar en la península indostánica su verdadero emporio y la región donde actualmente se da una mayor  densidad.

    Lógicamente, en tan largo periplo, que no se llevó a cabo como una migración a corto plazo, sino como un lento y tenaz proceso de expansión, el tigre se fue adaptando a las distintas regiones que conquistaba, dando lugar a diferentes tallas, formas y colores que han permitido al zoólogos distinguir al menos 8 razas de tigres, desde los gigantescos tigres peludos de Siberia hasta los pequeños y oscuros tigres de la isla de Bali, pasando por los de Mongolia, Persia, India, China, Sumatra y Java.

    Los tigres isleños son más pequeños que los continentales, y los que habitan en zonas muy cerradas y cálidas más oscuros que las poblaciones norteñas o de mesetas y montañas. El color del tigre ostenta un fondo que va desde el crema pálido de los tigres siberianos al rojizo amarillento de los isleños. Las rayas oscuros, siempre asimétricas, varían mucho en intensidad y profusión entre unas y otras razas e incluso entre los mismos individuos. Los menos rayados son los tigres norteños. Los más abigarrados los de las islas del sur. Resultan una excepción cromática los tigres blancos de la India, relativamente comunes en el principado de Rewa. Estos hermosos animales presentan un fondo blanco cremoso con rayas grisáceas o de color carbón. Y no pueden considerarse albinos porque sus ojos son de un hermoso azul verdoso. Parece que se trata de una variedad muy clara. Los tigres indios pueden considerarse como típicos. Los machos adultos miden unos 90 centímetros de altura. Raramente exceden de los 3 metros de longitud, con una media de 2 metros con 75 centímetros. El peso medio de los machos oscila entre los doscientos veinticinco y los doscientos setenta y cinco kilos. Las hembras, considerablemente más ligeras, sólo en casos excepcionales sobrepasan los dos metros setenta centímetros de longitud.  


2 comentarios:

  1. Vaya foto wuapa¡¡¡De dónde la has sacado?????

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  2. De la misma Siberia, en marzo, y fíjate la de nieve que había todavía

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